jueves, 6 de septiembre de 2012

Una mujer mata a su gato para hacerse un disfraz como el de Lady Gaga

HASTA DONDE PUEDE LLEGAR LA IGNORANCIA, PUES CLARO HABLAR DE IGNORANCIA Y ESTUPIDECES EN ESTE MUNDO O MEJOR DICHO EN EL PAÍS DONDE HAY MAS IDIOTAS: ESTADOS UNIDOS, ES ALGO MUY NORMAL Y SE CONSIDERA COMO PARTE DE LAS NUEVAS LEGISLACIONES EDUCATIVAS Y NUEVOS ENFOQUES PEDAGÓGICOS...

ESTA MUJERCITA QUE VEN EN SUS PANTALLAS:
VESTIDA CON CARNES....

SIMPLE MARIONETA PARA VOLVERNOS MAS ESTÚPIDOS...

PUES RESULTA QUE ESTA MUJER AYUDA A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN A VOLVERNOS MAS ESTÚPIDOS, CADA DÍA QUE PASA, CADA NUEVOS ADELANTOS QUE NOS OFRECEN LAS TECNOLOGÍAS, CADA ARTISTA COMO JUSTIN BIEBER, NIKY MINAJ, ETC. SON PARA APOYAR A LA ACTUAL PARADIGMA DE LA ESTUPIDEZ EN LAS ESCUELAS, MUY A PARTE DE LO QUE LOS ESTADOS COMO BOLIVIA QUIERAN LUCHAR CREANDO NUEVOS PROYECTOS Y PARADIGMAS EDUCATIVOS, LA GUERRA ESTA AHI, EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN...

Una mujer mata a su gato para hacerse un disfraz como el de Lady Gaga

Una mujer de 20 años ha sido detenida en Oklahoma (EEUU) por crueldad animal, después de que se conociera que mató a su gato y lo despellejó para hacerse un disfraz como el de la excéntrica Lady Gaga.


La ciudadana de Oklahoma (EEUU) Angelina Barnes, de 20 años, ya ha sido detenida por crueldad animal, después de que acabara con la vida de su gato de 15 años para fabricarse un disfraz como el de Lady Gaga, según publica la cadena CBS.
La sospechosa fue hallada en su casa con un largo tapado y cubierta de sangre, lista para ir al concierto, relataron a la cadena los investigadores. Además, la llave de luz de la vivienda fue cubierta con cinta adhesiva para evitar que fuese encendida. Una familiar de la mujer fue la que se encontró con todo este 'espectáculo'.
El animal había sido ahogado en el baño, donde también fue despellejado y sus ojos mutilados. La mujer, diagnosticada con depresión, ingresó en un hospital, donde aun amenazó a un enfermero con un vidrio.



Lady Gaga suele llamar “monstruitos” a sus fans, pero Barnes le hizo honor al apodo cuando mató a la mascota de su familia, que tenía 15 años. Además, un pariente de la chica relató que ella pegó con cinta adhesiva los interruptores de la luz para que nadie los pudiera usar.


Según los investigadores, Barnes ahogó al gato, le abrió el vientre de cabo a rabo y colocó su hígado en una polvera. La policía encontró restos de sangre y tintura violeta para el pelo en el baño de la casa de la familia. Tras conocerse el caso, la chica fue llevada al Hospital Griffin Memorial, en la localidad de Norman, Oklahoma.

ASI ES QUE CHICOS (AS) PIENSEN PRIMERO, ANALIZEN Y REFLEXIONEN SOBRE LO QUE VEMOS, LEEMOS, ESCUCHAMOS, ETC. PUES PUEDE SER QUE EN ESTE MOMENTO ESTAS RECIBIENDO INFORMACION PARA QUE NO PIENSES Y TE VUELVAS UN SIMPLE ROBOT QUE ES LO QUE BUSCA EL CAPITALISMO....




Expone documental abusos sexuales en Ejército de EU


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Los secretos del Bilderberg, el club que mueve los hilos del mundo



 -Sabe que no le podemos decir nada, señor Estulin. No he venido aquí para discutir con usted.
En una mesa redonda cerca de la ventana, dos turistas alemanes, un desempleado con los ojos llorosos y el primo del barman jugaban a las cartas muy entretenidos.

En una mesa adyacente, se sentaba un hombre mayor miope, calvo y gordo que gastaba un traje gris demasiado grande para su envergadura. Llevaba unas enormes gafas de concha y su cara rubicunda se hallaba escondida detrás de la sombra de la que fue en otro tiempo una larga barba negra. Un bigote grisáceo, un tanto descuidado, remataba su faz. Pidió ron, rellenó su pipa y se puso a observar distraído el juego.

Puntualmente, a las once y cuarenta y cinco, vació la pipa, la metió en el bolsillo del pantalón, pagó el ron y se marchó en silencio.
-¿Seria mucho pedirle que mantuviese esta conversación en la más estricta confidencialidad? -No suelo hacer ese tipo de promesas, especialmente en lo referente al Club Bilderberg. Me sorprendí a mí mismo disfrutando del enfrentamiento con la esperanza de que el primer tipo perdiese los nervios. El primer tipo soltó una parrafada de varios minutos sobre la virtudes de la colaboración entre las naciones, los niños hambrientos de África y otras comeduras de coco por el estilo.

Intenté concentrarme en lo que decía, pero pronto me vi observando la cara del segundo tipo. Sonreía con expresión ausente o se lamía el bigote.

Cuando la voz del primer tipo creció hasta alcanzar la resonancia de un trueno, volví a la realidad.
-... y podemos compensarle por su tiempo perdido, señor Estulin. ¿Qué condiciones pone?
Una enorme luna iluminó los árboles de la calle. Los semáforos se le unieron con su destello. Se podía oír el apagado rumor de los restaurantes de las cercanías y los ladridos de algunos perros. Permanecimos, los tres en silencio durante algunos minutos.

Noté que al segundo tipo, apoyado en el borde de su taburete, le costaba mantenerse en silencio. Sin duda estaba intentando componer una pregunta o comentario inteligente. El primer hombre jugueteaba con su cigarrillo, en actitud reflexiva. Sus ojos parecían mirar el cigarrillo, pero estaban absortos en el vacío.
-Mi silencio tiene las siguientes condiciones: querría que los futuros encuentros Bilderberg se anunciaran públicamente con libre acceso a cualquier periodista que quisiera asistir. El contenido de todas las conferencias debería ser público, así como la lista de participantes. Y, por último, prescindan de la CÍA, las armas, los perros, la seguridad privada y, lo más importante, de su secretismo!

-Sabe perfectamente, señor Estulin, que no podemos hacer eso. Hay mucho en juego y ya es muy tarde para ese tipo de cambios. -Entonces, señor mío -repliqué-, tendrán que aguantarme hasta el final.



-  Cada año se dan cita las más selectas élites del mundo financiero, industrial, político y de medios de comunicación

-  Las reuniones se llevan a cabo envueltas en el máximo secretismo

- Según unos documentos secretos, el club presionó a Franco para que nombrase al príncipe Juan Carlos como su sucesor al frente de la Jefatura del Estado

- La Reina Sofía es miembro permanente de este grupo
- Acaba de rodarse la primera película sobre este misterioso club.

  Toronto, 1992. En el restaurante español Segovia, que regenta Inocencio González, Daniel Estulin se encuentra cenando. Charla de política internacional con un agente doble de la KGB. Se conocen porque el abuelo de Estulin fue coronel en ese servicio e íntimo amigo del padre de su interlocutor. El espía, mientras come un chuletón con patatas, le explica que en las elecciones de 1995, los partidos tradicionales canadienses sufrirán una debacle que llevará a los extremistas al poder. Algo completamente inesperado. Pero sucedió: en esas fechas, la región de Quebec estuvo a punto de conseguir su independencia en referéndum. La primera fase de un ambiciosísimo plan, tratar de partir Canadá, nació en un despacho de la administración Reagan y fue aprobada por el misterioso Club Bilderberg. ¿El motivo? EE UU quiere explotar los ingentes recursos de Canadá y ha trazado una operación a largo plazo: formar un solo país con su vecino del norte dominado, naturalmente, por las élites del país de las barras y estrellas.

Ellos deciden cuándo y cómo aumentar el precio del petróleo, cuándo debe acabar una guerra o por qué conviene provocar una crisis global.
 
¿Qué es el Club Bilderberg? Lobby, grupo de presión, reunión de líderes mundiales, mesa de discusión al más alto nivel… Casi cualquier definición, en términos sencillos o locuciones shakesperianas, es insuficiente para calificar el poder que acumula ese selecto cónclave de políticos, financieros y medios de comunicación. Por decirlo de una manera gráfica, son quienes mueven los hilos. El Club debe su nombre al hotel que albergó la primera reunión, en 1954. La iniciativa parte del príncipe Bernardo de Holanda, debidamente estimulado por David Rockefeller, para que las élites europeas trabajasen de manera coordinada con Estados Unidos. Durante un fin de semana, debaten el estado del mundo y deciden convocar una reunión anual para no solo analizar sino también determinar. Para trazar el futuro de la Humanidad en función de sus intereses de clase. En adelante, lo que decide el Club Bilderberg, simplemente ocurre. ¿Cuál es su máximo interés? La Empresa Mundial S. A., como sofisticación semántica del Gobierno Único (el poder financiero es quien dirige la política, también a ese nivel) pretende imponer a largo plazo un solo sistema político y económico. Por ejemplo, el euro –ahora en entredicho– es una de sus más ambiciosas creaciones. Ellos deciden cuándo y cómo aumentar el precio del petróleo, cuándo debe acabar una guerra y dónde debe empezarse la siguiente, quién debe ser el próximo candidato a presidente o por qué conviene provocar una crisis global, como la que vivimos ahora. Todos los movimientos son piezas de un descomunal puzzle.

Daniel Estulin, merced a la información privilegiada que maneja desde hace años y conociendo los métodos y fines del Bilderberg, predijo el estallido de la burbuja inmobiliaria. Un artículo suyo en febrero de 2007 nos advertía de lo que estaba por venir mucho antes de que los políticos que, teóricamente, dirigen la sociedad en función de los intereses comunes, lo supieran o lo hicieran público, según los casos. Estulin, afincado en España desde hace 18 años y tras haber vivido en medio mundo, trabajó de 1993 a 2005 para el Servicio Federal de la Federación Rusa (FSB), sucesor del viejo KGB. En 1995 comprobó que lo que aquel veterano del espionaje soviético le contó en Toronto se estaba cumpliendo en Quebec. Como espía que él también era, comenzó a deshacer la madeja merced a los inmejorables contactos que fue haciendo en el intramundo de las agencias secretas. Descubre entonces que, incluso en el que es ahora su ámbito de trabajo, un mundo “de humo y espejos”, las cosas no son lo que parecen a primera, segunda y hasta tercera vista. Ni siquiera para un espía. Cuando deja su trabajo (“He vivido cosas muy duras y estaba quemado por muchas motivos”, despacha Estulin para pasar a otro tema), se queda por primera vez, sin un objetivo en la vida. Hasta que tiene una inspiración: escribir un libro sobre el Bilderberg. Tiene cajas de material suficiente para ello. Por ejemplo, decenas de fotografías a los ‘bilderbergers’ reunidos en 2004 en Stressa (Italia) y que él mismo capturó agazapado como un paparazzi: David Rockefeller, Gerhard Schröder, Durao Barroso, Felipe de Bélgica, Beatriz de Holanda, Paul Wolfowitz, Juan Luis Cebrián, Joaquín Almunia, Javier Solana, Mario Monti… Y, naturalmente, el incombustible Henry Kissinger. Este libro que Planeta dudó en imprimir tras los informes de sus servicios jurídicos, vio la luz por una decisión directa de José Manuel Lara. ‘La verdadera historia del Club Bilderberg’ (2005) se ha publicado en 82 países y ha sido traducido a 51 idiomas. En España, ocupó durante 49 semanas consecutivas el top ten de libros de no-ficción y ha vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo. Demasiado ruido para que hoy Daniel Estulin tema por su seguridad.




El vivir bien: ¿paradigma ancestral o aymaracentrismo? Graciela Mazorco


Hoy día, los impropiamente denominados indígenas están al centro de la polémica teórica, marcando línea en torno a nuevos paradigmas para superar el agotamiento del modelo de vida que occidente ha impuesto. Bolivia y Latinoamérica son espacio de procesos intelectuales de trascendencia, pues se está teorizando desde lo subalterno.

Sin duda, esa tarea no está exenta de la dicotomía epistemológica entre centro y periferia, con una fuerte carga desvalorizadora de lo indígena. Al mismo tiempo, el discurso indígena es portador del bagaje colonial, neocolonial y recolonial que impone una convivencia difusa de códigos originarios con los propios de la civilización occidental, tal que coexisten sin demarcar territorios, entretejidos y superpuestos, volviendo difícil identificar cuánto de la denominada cosmovisión ancestral está formateada por categorías eurocéntricas.
El tema de la descolonización no ha sido todavía lo suficientemente reflexionado, por lo que es entendido según el color del lente con que se lo mire, aunque, en general, tiende a ser interpretado como un problema étnico que atañe exclusivamente al indígena. Existe la apreciación de que la colonización afectó solamente a los que nunca se autodenominaron “indios”, ahora “indígenas”, cuando la llegada de Colón truncó, torció e involucionó el desenvolvimiento de la identidad de los seres humanos que poblaban el Abya-Yala o América, al someterlos a la explotación, el esclavismo y la evangelización con una finalidad civilizadora frustrada, pues nunca se concluyó de asimilar estas culturas a la matriz occidental.
Esta perspectiva alienta la idea de que la descolonización en Bolivia tendría que apuntar a la preservación y/o recuperación de la identidad originaria del indígena andino-amazónico, lo que, desde una lógica dicotómica, carga con el supuesto de que este sector estaría renunciando a su integración a la modernidad para convertirse en un gueto esotérico. Esta es una imagen que aparece en narrativas provenientes de diferentes sectores étnicos (el indígena y el occidental), poniendo en el tapete la cuestión de “ser” indígena hoy, con mucha preocupación para los industriales y comerciantes aymaras que son ejemplo del éxito indígena en el modelo capitalista.
Desde el gobierno boliviano se ha realizado una importante contribución al debate ideológico que los indígenas están hoy sosteniendo a nivel nacional e internacional. Desde fines de 2009 la Cancillería boliviana[1] ha estructurado y promovido la propuesta filosófica del “vivir bien” (suma-qamaña en aymara; sumak kawsay en quechua), como expresión de un nuevo paradigma de vida que los pueblos ancestrales de Abya Yala ofrecen ante la crisis de vida y el desastre medioambiental que el modelo de desarrollo occidental está causando.
Inmediatamente comenzaron a divulgarse una serie de ensayos y reflexiones acerca del tema, haciendo que el “vivir bien” sea adoptado discursivamente por movimientos sociales de todo el mundo[2].
Más allá de discurrir las posiciones a favor y en contra de esta categoría filosófica, nos interesa primero discutir la legitimidad ancestral de dicha expresión, ya que el “bien” y el “mal” son categorías que ha introducido el occidente cristiano con la evangelización; ergo, tampoco corresponden a la cultura ancestral, para la cual:
[...] la realidad de la Pacha no contiene dicotomías o contradicciones, ni mucho menos axiologías que establecen jerarquías de valores (Gonzales e Illescas, 2003: 11).
[...] en la Pacha [...] todo adviene no más, [...] sucede nomás [...] de un modo y sólo de uno y no puede ser de otro modo. [...] por encima de los juicios de valor de lo bueno o de lo malo. [...] así sea un cataclismo, un terremoto, una sequía, una nevada, la "muerte" de un familiar... [son] una manifestación de un advenir en equilibrio [...]. (Ibíd, 1992: 73).
De manera similar, el ama llulla, ama k’ella, ama suwa (no robar, no ser ocioso, no mentir) ha sido incorporado en la Constitución Política del Estado boliviano (art. 8) como un principio ético ancestral, siendo, en realidad, un código judeocristiano atribuido falsamente a los inkas, en cuyo modelo societal-civilizacional no se robaba, no se era ocioso ni mentiroso.
Encontramos en el amauta inka, doctor José Illescas, así como en el ex asesor de la Cámara de Diputados de Bolivia, doctor Aureliano Turpo Choquehuanca, la desmitificación del lema: “no robar, no ser ocioso, no mentir” que muchos indígenas se autoatribuyen como un código moral originario. Todo lo contrario, sostienen ambas personalidades originarias, se trata de una categoría moral que expresa ni más ni menos que el colonialismo mental que seduce sutil pero implacablemente al mundo indígena.
Dice Illescas (2003 a) que esas normas morales cristianas se impusieron para explotar mejor a los indígenas en la mita, evitando que las privaciones a las que los españoles los sometieron los indujeran a robar, mentir o disminuir el ritmo de trabajo. Ninguna de esas conductas era propia de la sociedad ancestral, una “sociedad de abundancia, sin puertas ni policías”, en la que, al no faltar a nadie nada, no había necesidad de robar ni mentir, y en la que el trabajo no era esclavitud, sino una alegría cotidiana realizada en equilibrio, complementación, consenso y respeto a la identidad de todo y de todos.
La propuesta gubernamental boliviana se declara como una opción de vida para cualquier ser humano en Bolivia y el mundo, a la vez que aspira a construir los nuevos escenarios que harán posible salvar al planeta y la humanidad a partir del sentimiento ancestral de unidad hombre-naturaleza. Sin embargo, tiene un contenido altamente etnocentrista, aymaracéntrico, que reclama en exclusiva para los originarios andinos la potestad de “generar nuestras propuestas conforme a nuestras raíces e identidad” (Cancillería Boliviana, 2009:179).
Es un llamado a retornar al ayllu, es decir, recuperar la vivencia en comunidad, para “producir nuestra propia comida, vestimenta, herramientas y demás necesidades, hacer funcionar la educación, la comunicación, la salud propia, la propia justicia indígena originaria campesina, construir nuestras escuelas y caminos, gobernar NOSOTROS MISMOS nuestros ayllus, tentas, comunidades y el país a partir de nuestros propios gobiernos comunales […]” (Ibíd.:168).
El proceso deberá ser realizado “con nuestras propias manos, con nuestros propios corazones y nuestras propias cabezas” (Ibíd.:142), “dejando de confiar en la filosofía y los conceptos colocados por una minoría autoescogida, dejando de confiar en la economía, sociología, derecho, ciencias sociales de técnicos e intelectuales, educadores y formadores, capacitadores y facilitadores antropocentristas (Ibíd.:141), ya que “ningún experto, ningún especialista, puede debatir con el pueblo indígena sobre cómo vivir bien, en armonía con la madre naturaleza” (Ibíd.:135). En ese contexto, “a Bolivia le toca asumir el liderazgo e impulsar nuestra agenda en los esfuerzos de las naciones del mundo […]” (Ibíd.:146).
Nuestra primera crítica es que, al ser concebida desde los indígenas y para los indígenas, la propuesta del “vivir bien” cae en una inversión del etnocentrismo; al basarse en el uso de lo propio, se está negando no sólo a occidente, sino a sectores originarios del mundo entero que tienen mucho que aportar en la construcción de un nuevo paradigma de unidad hombre-naturaleza.
El debate que esa propuesta ha originado excede con mucho el ámbito de la dicotomía entre occidente y lo indígena. Ese pensamiento lleva a posiciones confrontacionales no sólo con intelectuales occidentalizados que, siguiendo la misma lógica que subalternizó lo andino hace 500 años, pretenden vulgarizar y desprestigiar el discurso filosófico indígena, tachándolo de retórica folkórica, hueca o exótica.
Hay también divergencias con sectores indígenas aymaras que rechazan retornar a un pasado que ellos mismos consideran místico e irreal. Obviamente, los diferentes espacios que los indígenas ocupan actualmente: urbanos y rurales, insertados en la economía capitalista o viviendo en estructuras comunitarias rurales, sindicalistas y burgueses, intelectuales del mundo académico y dirigentes políticos, condiciona la vivencia y visión que tengan sobre sí mismos y el mundo.
Por un lado, este discurso ha sido subvalorado por un sector académico-intelectual indígena que está conformado por la corriente del peruano Carlos Milla Villena. Dentro de esta línea, el boliviano Javier Amaru Ruiz García descalifica el discurso de Fernando Huanacuni y el canciller Choquehuanca, atribuyéndole un cariz religioso-esotérico. En contraposición, Carlos Milla y sus seguidores fundan el saber andino en el dominio matemático que, según ellos interpretan, los inkas tenían sobre el cuadrado y su diagonal, lo cual les haría merecedores, de acuerdo con las reglas de Platón, de un estatus de civilización.
Aparentemente, lo que este grupo juzga como esoterismo es la carencia de fundamento lógico-matemático de la sabiduría andina, con lo cual estaría menospreciando la epistemología no racionalista (la parte esotérica) inherente a las sabidurías no occidentales.
Según Illescas, al atribuir a los inkas la misma epistemología que occidente utiliza a través de la geometría, la cual se sustenta en la lógica y la razón, Milla evidencia el desconocimiento de que los ancestros andinos manejaron otra epistemología, mucho más completa y profunda (no simplemente racional), que no se basaba en la geometrización de la realidad, sino en el sentimiento de unidad (Wild del Campo, 2001).
Tampoco la línea dura del katarismo-indianismo comulga con el perfil ideológico de la chancillería boliviana. Algunos líderes de este movimiento consideran la descolonización como un tema político. Tomando una posición etnocéntrica invertida: un aymara-centrismo con mucho de racismo, este sector quiere acceder al poder para indianizar el país. La descolonización significa para ellos constituir una nueva hegemonía, esta vez indígena, lo cual implica desconocer el estatuto de Bolivia como nación y reconstruir el Tawantinsuyo y el Khollasuyo.
Al respecto, el ex diputado aymara, Constantino Lima (Pukara, 2010:71), reclama:
Yo no soy ciudadano boliviano, yo soy ciudadano del Khollasuyo. [...] somos dueños de casa. El blanco, el mestizo no puede ser dueño de casa por más que diez mil veces haya nacido aquí.
No obstante, la reconstrucción que reivindican es política y rechazan retornar a un pasado místico, al que consideran un tipo de esoterismo fabricado por occidente. Objetando cualquier cariz ideológico-filosófico que pudiera asumir un movimiento de reivindicaciones originarias, Pedro Portugal (director del periódico digital Pukara) afirma que la descolonización no tiene nada que ver con disertaciones exóticas como la que ha adoptado el gobierno, un discurso al que se considera propio de:
[...] una casta de criollos neo-indigenistas, una mezcla de esotéricos [...] que corean disparates ambientalistas y ocultistas, como si fuesen evidencias de nuestras culturas y sociedades. (Ibíd.: 97-98).
La descolonización que reclaman pasa por la toma del poder e implica recuperar territorio, autonomía y autogobierno indígenas, a la vez que denuncian que las autonomías indígenas proclamadas en la nueva Constitución Política del Estado son una trampa, pues desmiembran la unidad de estos pueblos como nación.
Esta versión del katarismo-indianismo pretende des-romantizar la idea del indígena: el mito del indígena unido a la naturaleza es un invento de occidente y contradice lo que es la vida real de nuestros pueblos, señala Portugal. La identidad no tiene, para este grupo, un referente ancestral, lo que es considerado como folclorismo exótico y melancólico. En cambio, proclaman ser indígenas actuales que de ningún modo deben ser vistos como anticapitalistas. La identidad que les interesa afirmar es la del empresario industrial que acumula riqueza y compite internacionalmente, del cual hay muchos ejemplos entre los sectores aymaras. (Pukara, 2010).
Hay quienes, dentro del movimiento katarista-indianista, defienden la base ideológica de la descolonización y apoyan, en la línea del “vivir bien”, la recuperación de la cosmovisión andina ancestral, en franca oposición al sistema capitalista. Entre ellos, el doctor Aureliano Turpo Choquehuanca (Perú) asevera que descolonizar es reafirmar nuestra identidad cultural y nuestro territorio, recuperar nuestra lógica de pensamiento tawantinsuyano para liberarnos del colonialismo mental que, por ejemplo, desvirtúa lo originario con categorías como el socialismo comunitario, un invento del colonialismo mental de la burguesía latino-boliviana que está presente en el gobierno boliviano, o la norma moralista cristiana de no robar, no mentir, no ser ocioso, falsamente atribuida a nuestros ancestros en tiempos de la Colonia. (Pukara, 2010).
Comulga con la línea ideologista el intelectual aymara, Simón Yampara, haciendo un llamado a reconstituir el Qullasuyu (o Khollasuyo), teórica, intelectual y políticamente, ya que descolonizar, sostiene, es transformar estructuras, pensamientos, conocimientos y poder coloniales. No se trata de pluralismos e interculturalismos realizados en condiciones asimétricas, sino de desestructurar el sistema colonial (Yampara, 2010).
Esta es una visión compartida, entre otros, por los indígenas ecuatorianos, quienes consideran la filosofía originaria como la base para la construcción de otro sistema de vida, anticapitalista, no sólo para los indígenas, sino para todos (Macas, 2010). Esto es: se aboga por la complementariedad sin confrontación, por lo que se defiende un Estado plural que permita la convivencia armónica entre originarios y occidentalizados, sin relaciones coloniales.
Sin embargo, el sesgo etnocéntrico invertido que impregna la vertiente ideologista del indianismo-katarismo se manifiesta en dos apreciaciones. La primera, referida al equilibrio de poderes entre lo indígena y occidente. Al respecto, y no obstante defender repetidamente la necesidad de complementar las dos matrices civilizacionales (la milenaria ancestral y la centenaria occidental), la propuesta de Yampara (2010) es re-crear un nuevo Estado donde, si bien participan indios y q’aras (criollos y mestizos), cada uno lo hace en la proporción que corresponde a su peso demográfico, lo que terminaría invirtiendo la hegemonía, dada la menor magnitud poblacional de los segundos.
La otra apreciación aymaracentrista señala que: “Los intelectuales para-indígenas, los ideólogos q’aras y los indigenistas criollos o mestizos sólo pueden generar pensamiento exógeno y bloquean la posibilidad de desarrollar pensamiento propio andino” (Yampara, s.f.). Este pensamiento y sentimiento, que fluye en el paradigma del “vivir bien”, es consustancial con la idea de que nadie más que los aymaras o quechuas pueden hablar de descolonización y cambio civilizacional, y que quien lo hace sin tener esa pertenencia étnica se está mal atribuyendo un indigenismo vacío.
Todo lo contrario, el aludido cambio paradigmático no debe plantearse, en absoluto, como un colonialismo invertido, sino como la reconstrucción de una interculturalidad con intraculturalidad, es decir, un relacionamiento sin dicotomías ni subordinaciones, basado en la complementación, el equilibrio, el consenso y el respeto a la identidad del otro: los códigos milenarios de la unidad.
Silvia Rivera Cusicanqui (2006:12) sostiene que es deseable una sociedad en la que mestizos e indios puedan convivir en igualdad de condiciones, aprendiendo mutuamente, uno del otro, modalidades de convivencia legítimas que permitan “formas nuevas de comunidad e identidades mezcladas o chhixi, con las cuales dialogarían creativamente en un proceso de intercambio de saberes, de estéticas y de éticas”. La categoría chhixi es un aporte que, desde la sabiduría originaria andina, es propuesto por Rivera para desarticular los conceptos de hibridación y fundamentalismo, ambas categorías eurocéntricas que sirven al propósito de recolonización.
El sentido de chhixi no debe entenderse como el mestizaje o hibridación que manejan García Canclini y otros intelectuales relacionados con los estudios culturales latinoamericanos, en el sentido de la disolución de anteriores identidades para configurar una nueva.
La noción de chhixi [...] obedece a la idea aymara de que algo es y no es a la vez, es decir, a la lógica del tercero incluido [...] es blanco y no es blanco a la vez, es blanco y también es negro, [...] lo chhixi conjuga el mundo indio con su opuesto, sin mezclarse nunca con él . (Rivera Cusicanqui, 2006: 11).
Para los pueblos mayas, dice Rigoberta Menchú, se trata de vivir juntos entre indígenas y no indígenas, y recuperar la memoria histórica ancestral, interactuando con los conceptos occidentales en un proceso de intercambio que permite apropiarse de lo ajeno para fortalecer lo propio y profundizar la identidad de cada uno. (Mazorco, 2010).
Reconociendo la imprescindibilidad de los elementos culturales de los pueblos originarios de Abya-Yala para construir un mundo más equilibrado, estamos de acuerdo en que los mismos deben ser puestos a consideración de occidente, pero sin pretensiones hegemónicas, sin negar que en occidente puedan existir elementos que sirven para recrear otra modalidad de existencia. Eso es exactamente lo que hizo occidente cuando impuso, sin consultar, su propuesta para “salvar” las almas primitivas de los bárbaros con el modelo civilizacional racionalista y evangelizante: se arrogó una verdad de la cual excluyó al otro, y se adjudicó la función salvacionista de una sub-humanidad que, según el dictamen eurocéntrico, vivía en la oscuridad de la ignorancia y no tenía ninguna posibilidad de ascender, por sí misma, al podio de las luces.
La descolonización no es un alternar el ejercicio etnocéntrico y pensar que occidente no puede debatir con el pueblo indígena sobre cómo vivir en armonía con la madre naturaleza. Si se le proyecta esa incapacidad e ignorancia, se estará considerando que es occidente quien ahora debe ser salvado por el otro desenterrado, lo que no hace más que reproducir las mismas actitudes colonizadoras que guiaron el proyecto de la modernidad.
Es decir que el nuevo paradigma debe ser construido y reconstruido con el aporte de todos los individuos del mundo –y no sólo los andinos– que se sientan unidos y equilibrados con la naturaleza, el cosmos y la totalidad de la realidad. Ello implica la deconstrucción-reconstrucción de los modelos conceptuales, epistémicos y vivenciales que rigen las relaciones humanas en todo el planeta, así como las relaciones entre el hombre y la naturaleza; por tanto, excede con creces cualquier visión reduccionista que pretenda limitarla o circunscribirla a un grupo étnico, o aún al ámbito social boliviano.
Antes bien, es fundamental cerrar toda posibilidad de bipolaridad ideológica y abrirse a múltiples visiones de realidad, de ser humano y de conocimiento, incluida la indígena andina, pero no en exclusiva, porque eso trasluciría un nuevo etnocentrismo o una inversión del actual etno-eurocentrismo.
Notas:
1. Sus principales modeladores son el canciller David Choquehuanca (en el texto digital: "Vivir Bien como respuesta a la Crisis Global", octubre 2009) y Fernando Huanacuni Mamani (autor de “Buen Vivir/Vivir Bien. Filosofía, políticas, estrategias y experiencias regionales andinas”, publicado en febrero de 2010 con el patronazgo de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas-CAOI), quienes la presentan como una propuesta de los indígenas bolivianos para salvar a la Madre Tierra del colapso que amenaza la supervivencia de la vida en el planeta.
2. Este paradigma circula no sólo en el sector indígena del país y la región, sino entre intelectuales latinoamericanos y Europeos como: el venezolano Edgardo Lander, el sociólogo portugués de Souza Santos y el filósofo belga Francois Houtart, secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas, por citar algunos ejemplos. Es notorio que la inclusión del vivir bien en las constituciones de Bolivia y Ecuador ha dado presencia internacional a este enfoque filosófico, convirtiéndolo en un aporte muy importante para el debate y la construcción de nuevos paradigmas que permitan enfrentar la crisis de la civilización occidental. Es indudable que la propuesta indígena ha influido también en las Naciones Unidas, en la resolución 64/196, de 2009, acerca de la “Armonía con la Naturaleza”, y en la declaración del “Día Internacional de la Madre Tierra” (resolución 63/278), las cuales, si bien están siendo ligadas funcionalmente al enfoque capitalista del desarrollo sostenible, no dejan de abrir espacios para la incorporación de nuevos códigos que puedan, con el tiempo, horadar el fundamentalismo ideológico moderno-colonial.
3. El katarismo-indianismo es un movimiento ideológico-político de extracción andina-aymara con una trayectoria de cincuenta años de lucha contra el Estado colonial, en búsqueda de la autodeterminación de las naciones originarias. En este momento reclaman las grandes falencias y contradicciones en el proceso descolonizador que teóricamente ha asumido el Estado plurinacional. En principio, no se sienten representados ni ideológica ni políticamente por el gobierno del aymara Evo Morales, a quien consideran un indio que preside un gobierno que no es indígena, pues no pasa de ser un proyecto populista dominado por la izquierda nacional: una continuación de la política colonial que, a pesar de manejar un discurso descolonizador, no tiene proyecto político de carácter anticolonial y de autodeterminación de los pueblos originarios.
4. Entre ellos: Felipe Quispe, Constantino Lima, Pedro Portugal, José Luis Saavedra, Sergio Tarqui Alarcón.
5. Tawantinsuyo es el territorio que gobernaban los inkas (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina); Khollasuyo es la parte sur del Tawantinsuyo, que abarcaba a lo que hoy es Bolivia, junto con partes de Perú, Chile y Argentina.
6. El sociólogo aymara Simón Yampara es investigador y consultor de la cosmovisión, lógica y tecnología indígena; ex ministro del gobierno de Siles Suazo, ex ejecutivo de la CSUTCB, de la FEJUVE de El Alto e ideólogo fundador de CONAMAQ. Contrariando la afiliación de izquierda-sindical que asumió con vocación modernista el katarismo impreso en la CSUTCB, Yampara se identifica como katarista de Katari. Según Yampara, este movimiento, que encuentra sus códigos de sabiduría en Tiwanaku, ya desde los 80 propuso el paradigma de vida del suma qamaña, que ahora –sostiene el ideólogo– ha sido mal apropiado desde el palacio de gobierno por un grupo populista de izquierda que se dice interculturalista y plurinacionalista, pero no expresa ni representa la matriz civilizatoria ancestral. (Pukara, 2010).
Bibliografía
CANCILLERÍA BOLIVIANA (2009). Vivir Bien como respuesta a la Crisis Global. Texto digital. La Paz.
GONZALES, Tatiana e ILLESCAS, José (1992). Sobre algunas nociones fundamentales del sentimiento y del pensamiento en el mundo originario de Abya-Yala. Ediciones Tukuy Ricqcharina. Q’ollasuyo (Cochabamba).
GONZALES, Tatiana e ILLESCAS, José (2003). Acerca de nuestra identidad de sociedad, de cultura y de civilización originaria. Ediciones Tukuy Riqch’arina. Cochabamba.
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Quien enseña sin emancipar embrutece...!


En 1818, la teoría de un extravagante pedagogo francés 
provocó una revolución en el rígido universo de la educación 
europea: “Quien enseña sin emancipar embrutece”, predicaba 
Joseph Jacotot. Todo hombre, todo niño, postulaba, tiene la 
capacidad de instruirse solo, sin maestro. El papel del docente 
debe limitarse a dirigir o mantener la atención del alumno.


"El Maestro Ignorante"

Jacotot proscribía a los maestros “explicadores” y proclamaba como base de su doctrina ciertas máximas paradójicas con las que se ganó virulentas críticas: todas las inteligencias son iguales. Quien quiere puede. Es posible enseñar lo que se ignora. Todo existe en todo.
Un siglo y medio después, el filósofo marxista Jacques Rancière consagró un libro, El maestro ignorante (Libros del Zorzal), a ese personaje singular, alternativamente revolucionario, capitán de artillería, profesor de química, latinista y fundador de un corpus teórico bautizado “la educación universal”.


Para el neófito, la única forma posible de enseñar es explicando. ¿Cómo hacer para que, sin explicaciones, un niño, o un adulto entiendan lo que no conocen?


Joseph Jacotot consiguió demostrar que el método de la explicación constituye el principio mismo del sometimiento, por no decir del embrutecimiento.


¿Podemos recordar el comienzo de esa aventura singular?


La historia comenzó cuando Jacotot, un apreciado filósofo y pedagogo en Francia, se instaló en Bélgica por razones políticas durante la Restauración (1814-1830). Allí fue contratado por la Universidad de Lovaina para enseñar francés. Jacotot, que no sabía una palabra de holandés, distribuyó a sus alumnos una versión bilingüe del Telémaco de Fénelon y los dejó solos con el texto y con su voluntad de aprender. Sorprendentemente, pocos meses después todos eran capaces de hablar y de escribir en francés sin que el maestro les hubiese transmitido absolutamente nada de su propio saber. Jacotot dedujo entonces que sus alumnos habían utilizado la misma inteligencia que usa un niño para aprender a hablar. ¿Qué hace un niño pequeño? Escucha y retiene, imita y repite, se corrige, tiene éxito gracias al azar y recomienza gracias al método. Todo sin ningún maestro.


Y así nació la teoría de la “educación universal” o “método Jacotot”. En el nivel empírico, ¿podríamos decir que el maestro ignorante es aquel que enseña lo que él mismo ignora?


Así es. Según Jacotot, es posible enseñar lo que uno ignora si uno es capaz de impulsar al alumno a utilizar su propia inteligencia.


Esa osadía hizo temblar a toda la Europa intelectual, desde Bruselas hasta San Petersburgo.


Porque la osadía de Jacotot consistió en oponer la “razón de los iguales” a la “sociedad del menosprecio”. En realidad, el objetivo de ese apasionado igualitarista era la emancipación. Jacotot pretendía que todo hombre de pueblo fuese capaz de concebir su dignidad humana, medir su propia capacidad intelectual y decidir cómo utilizarla. En otras palabras, se convenció de que el acto del maestro que obliga a otra inteligencia a funcionar es independiente de la posesión del saber. Que era posible que un ignorante permitiera a otro ignorante saber lo que él mismo no sabía; es posible, por ejemplo, que un hombre de pueblo analfabeto le enseñe a otro analfabeto a leer. Y aquí llegamos al segundo sentido de la expresión “maestro ignorante”.


¿Cuál es?


Un maestro ignorante no es un ignorante que decide hacerse el maestro. Es un maestro que enseña sin transmitir ningún conocimiento. Es un docente capaz de disociar su propio conocimiento y el ejercicio de la docencia. Es un maestro que demuestra que aquello que llamamos “transmisión del saber” comprende, en realidad, dos relaciones intrincadas que conviene disociar: una relación de voluntad a voluntad y una relación de inteligencia a inteligencia.


Pero usted dice que no hay que equivocarse sobre el sentido que tiene esa disociación.


Hay una forma habitual de interpretarla: como una disociación que intenta destituir la relación de autoridad magistral para remplazarla solo por la fuerza de una inteligencia que ilumina otra inteligencia. Ese es el principio de innumerables pedagogías antiautoritarias.


¿Como la mayéutica socrática, en la que el maestro finge la ignorancia para provocar el saber?


Así es. Pero en la teoría de Jacotot, el maestro ignorante opera la disociación de una forma totalmente diferente. En realidad, haciendo creer que su objetivo es suscitar una capacidad, la mayéutica busca demostrar una incapacidad. Sócrates no solo demuestra la incapacidad de los falsos sabios, sino también la incapacidad de todo aquel que no es llevado por el maestro por la buena senda, sometido a la buena relación entre inteligencia e inteligencia. El “liberalismo” mayéutico no es más que la variante sofisticada de la práctica pedagógica ordinaria, que confía a la inteligencia del maestro el trabajo de llenar la distancia que separa al ignorante del saber.


¿Y Jacotot invierte el sentido de la disociación?


Sí. Para él, el maestro ignorante no establece ninguna relación de inteligencia a inteligencia. El maestro es solo una autoridad, una voluntad que ordena al ignorante que haga su camino. Es decir, echa a andar las capacidades que el alumno ya posee, la capacidad que todo hombre demostró logrando sin maestro el más difícil de los aprendizajes: aprender a hablar.


Pero volvamos a los defectos del método explicativo. ¿Por qué la explicación es “el principio mismo del sometimiento”?


El problema reside en la lógica misma de la razón pedagógica, en sus fines y sus medios. El fin normal de la razón pedagógica es el de enseñar al ignorante aquello que no sabe, suprimir la distancia entre el ignorante y el saber. Su instrumento es la explicación. Explicar es disponer de elementos del saber que debe ser transmitido en conformidad con las capacidades supuestamente limitadas de los seres que deben ser instruidos. Pero muy pronto esta idea simple se revela enviciada: la explicación se acompaña generalmente de la explicación de la explicación. Hay que recurrir a los libros para explicar a los ignorantes lo que deben aprender. Pero esa explicación es insuficiente: hacen falta maestros para explicar a los ignorantes los libros que les explicarán el conocimiento.


Un proceso que podría volverse infinito


si la autoridad del maestro no pusiera un punto final, transformándose en el único capaz de decidir dónde las explicaciones ya no necesitan seguir siendo explicadas. Jacotot creyó poder resumir la lógica de esta aparente paradoja: si la explicación puede llegar a ser infinita es porque su función esencial es la de volver infinita la distancia misma que ella está destinada a reducir.


¿Se podría decir entonces que la utilización de la explicación es mucho más que un medio práctico al servicio de un fin?


Es un fin en sí misma. Es la verificación de un axioma primario: el axioma de la desigualdad. Explicar algo a un ignorante es, ante todo, explicarle que no comprendería si no se le explicara. Es demostrarle su incapacidad. La explicación se presenta como el medio para reducir la situación de desigualdad en la que se hallan los que ignoran en relación a los que saben. Explicar es suponer que hay, en el tema que se enseña, una opacidad específica que resiste a los modos de interpretación y de imitación mediante los cuales el niño aprendió a traducir los signos que recibe del mundo y de los seres hablantes que lo rodean. Esa es la desigualdad específica que la razón pedagógica ordinaria pone en escena.


Usted va más lejos en su libro y afirma que esa desigualdad específica, ese axioma “desigualitario” es el modelo con el que funciona el sistema social. En consecuencia, la oposición filosófica se transforma también en oposición política.


Exactamente. Esa oposición no es política porque denuncia un saber ejercido desde arriba en beneficio de una inteligencia de abajo. Lo es en un nivel mucho más radical porque atañe a la concepción misma de la relación entre igualdad y desigualdad. Jacotot demuestra que la lógica explicativa es una lógica social, una forma en la cual el orden “desigualitario” se representa y se reproduce.


Los años en que se produjo la polémica en torno al método de Jacotot corresponden, en efecto, al momento en que se instaló en Europa un proyecto de orden social nuevo, basado en la demolición de la Revolución francesa.


Es el momento preciso en que se quería terminar con la revolución. En que se pretendía pasar de la edad “crítica” de la deconstrucción de las trascendencias monárquicas y divinas a la edad “orgánica” de una sociedad que reposara en su propia razón inmanente. Es decir, una sociedad que armonizara sus fuerzas productivas, sus instituciones y sus creencias, y que las hiciera funcionar según un único régimen de racionalidad. Y ese paso de la edad crítica y revolucionaria a una edad orgánica exigía, ante todo, resolver la relación entre igualdad y desigualdad.


Ese proyecto no tiene, según usted, muchas diferencias con nuestras sociedades orgánicas actuales.


El proyecto de sociedad orgánica moderna es un proyecto de mediaciones que establecen dos elementos esenciales entre lo de arriba y lo de abajo: un tejido mínimo de creencias comunes y posibilidades limitadas de desplazamiento entre los distintos niveles de riqueza y de poder.


Y el maestro ignorante es aquel que se sustrae a ese juego.


Sí, en el acto de oponer la emancipación intelectual a la mecánica de la sociedad y de la institucionalización progresivas. Oponer la emancipación intelectual a la institucionalización de la instrucción del pueblo es afirmar que no hay etapas en la igualdad. Que esta es una, entera, o no es nada.