-Sabe que no le podemos decir nada, señor Estulin. No he venido aquí para discutir con usted.
En una mesa redonda cerca de la ventana, dos turistas alemanes, un desempleado con los ojos llorosos y el primo del barman jugaban a las cartas muy entretenidos.
En una mesa adyacente, se sentaba un hombre mayor miope, calvo y gordo que gastaba un traje gris demasiado grande para su envergadura. Llevaba unas enormes gafas de concha y su cara rubicunda se hallaba escondida detrás de la sombra de la que fue en otro tiempo una larga barba negra. Un bigote grisáceo, un tanto descuidado, remataba su faz. Pidió ron, rellenó su pipa y se puso a observar distraído el juego.
Puntualmente, a las once y cuarenta y cinco, vació la pipa, la metió en el bolsillo del pantalón, pagó el ron y se marchó en silencio.
En una mesa adyacente, se sentaba un hombre mayor miope, calvo y gordo que gastaba un traje gris demasiado grande para su envergadura. Llevaba unas enormes gafas de concha y su cara rubicunda se hallaba escondida detrás de la sombra de la que fue en otro tiempo una larga barba negra. Un bigote grisáceo, un tanto descuidado, remataba su faz. Pidió ron, rellenó su pipa y se puso a observar distraído el juego.
Puntualmente, a las once y cuarenta y cinco, vació la pipa, la metió en el bolsillo del pantalón, pagó el ron y se marchó en silencio.
-¿Seria mucho pedirle que mantuviese esta conversación en la más estricta confidencialidad? -No suelo hacer ese tipo de promesas, especialmente en lo referente al Club Bilderberg. Me sorprendí a mí mismo disfrutando del enfrentamiento con la esperanza de que el primer tipo perdiese los nervios. El primer tipo soltó una parrafada de varios minutos sobre la virtudes de la colaboración entre las naciones, los niños hambrientos de África y otras comeduras de coco por el estilo.
Intenté concentrarme en lo que decía, pero pronto me vi observando la cara del segundo tipo. Sonreía con expresión ausente o se lamía el bigote.
Cuando la voz del primer tipo creció hasta alcanzar la resonancia de un trueno, volví a la realidad.
-... y podemos compensarle por su tiempo perdido, señor Estulin. ¿Qué condiciones pone?
Una enorme luna iluminó los árboles de la calle. Los semáforos se le unieron con su destello. Se podía oír el apagado rumor de los restaurantes de las cercanías y los ladridos de algunos perros. Permanecimos, los tres en silencio durante algunos minutos.
Noté que al segundo tipo, apoyado en el borde de su taburete, le costaba mantenerse en silencio. Sin duda estaba intentando componer una pregunta o comentario inteligente. El primer hombre jugueteaba con su cigarrillo, en actitud reflexiva. Sus ojos parecían mirar el cigarrillo, pero estaban absortos en el vacío.
Noté que al segundo tipo, apoyado en el borde de su taburete, le costaba mantenerse en silencio. Sin duda estaba intentando componer una pregunta o comentario inteligente. El primer hombre jugueteaba con su cigarrillo, en actitud reflexiva. Sus ojos parecían mirar el cigarrillo, pero estaban absortos en el vacío.
-Mi silencio tiene las siguientes condiciones: querría que los futuros encuentros Bilderberg se anunciaran públicamente con libre acceso a cualquier periodista que quisiera asistir. El contenido de todas las conferencias debería ser público, así como la lista de participantes. Y, por último, prescindan de la CÍA, las armas, los perros, la seguridad privada y, lo más importante, de su secretismo!
-Sabe perfectamente, señor Estulin, que no podemos hacer eso. Hay mucho en juego y ya es muy tarde para ese tipo de cambios. -Entonces, señor mío -repliqué-, tendrán que aguantarme hasta el final.
- Cada año se dan cita las más selectas élites del mundo financiero, industrial, político y de medios de comunicación
- Las reuniones se llevan a cabo envueltas en el máximo secretismo
- Según unos documentos secretos, el club presionó a Franco para que nombrase al príncipe Juan Carlos como su sucesor al frente de la Jefatura del Estado
- La Reina Sofía es miembro permanente de este grupo
- Acaba de rodarse la primera película sobre este misterioso club.
Toronto, 1992. En el restaurante español Segovia, que
regenta Inocencio González, Daniel Estulin se encuentra cenando. Charla
de política internacional con un agente doble de la KGB. Se conocen
porque el abuelo de Estulin fue coronel en ese servicio e íntimo amigo
del padre de su interlocutor. El espía, mientras come un chuletón con
patatas, le explica que en las elecciones de 1995, los partidos
tradicionales canadienses sufrirán una debacle que llevará a los
extremistas al poder. Algo completamente inesperado. Pero sucedió: en
esas fechas, la región de Quebec estuvo a punto de conseguir su
independencia en referéndum. La primera fase de un ambiciosísimo plan,
tratar de partir Canadá, nació en un despacho de la administración
Reagan y fue aprobada por el misterioso Club Bilderberg. ¿El motivo? EE
UU quiere explotar los ingentes recursos de Canadá y ha trazado una
operación a largo plazo: formar un solo país con su vecino del norte
dominado, naturalmente, por las élites del país de las barras y
estrellas.
Ellos deciden cuándo y cómo aumentar el precio del petróleo, cuándo debe acabar una guerra o por qué conviene provocar una crisis global.
¿Qué es el Club Bilderberg? Lobby, grupo de presión,
reunión de líderes mundiales, mesa de discusión al más alto nivel… Casi
cualquier definición, en términos sencillos o locuciones shakesperianas,
es insuficiente para calificar el poder que acumula ese selecto cónclave de políticos, financieros y medios de comunicación.
Por decirlo de una manera gráfica, son quienes mueven los hilos. El
Club debe su nombre al hotel que albergó la primera reunión, en 1954. La iniciativa parte del príncipe Bernardo de Holanda,
debidamente estimulado por David Rockefeller, para que las élites
europeas trabajasen de manera coordinada con Estados Unidos. Durante un
fin de semana, debaten el estado del mundo y deciden convocar una
reunión anual para no solo analizar sino también determinar. Para trazar
el futuro de la Humanidad en función de sus intereses de clase. En
adelante, lo que decide el Club Bilderberg, simplemente ocurre. ¿Cuál es su máximo interés?
La Empresa Mundial S. A., como sofisticación semántica del Gobierno
Único (el poder financiero es quien dirige la política, también a ese
nivel) pretende imponer a largo plazo un solo sistema político y
económico. Por ejemplo, el euro –ahora en entredicho– es una de sus más
ambiciosas creaciones. Ellos deciden cuándo y cómo aumentar el precio del petróleo, cuándo debe acabar una guerra y dónde debe empezarse la siguiente,
quién debe ser el próximo candidato a presidente o por qué conviene
provocar una crisis global, como la que vivimos ahora. Todos los
movimientos son piezas de un descomunal puzzle.
Daniel Estulin, merced a la información privilegiada que maneja desde hace años y conociendo los métodos y fines del Bilderberg, predijo el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Un artículo suyo en febrero de 2007 nos advertía de lo que estaba por
venir mucho antes de que los políticos que, teóricamente, dirigen la
sociedad en función de los intereses comunes, lo supieran o lo hicieran
público, según los casos. Estulin, afincado en España desde hace 18 años
y tras haber vivido en medio mundo, trabajó de 1993 a 2005 para el Servicio Federal de la Federación Rusa (FSB),
sucesor del viejo KGB. En 1995 comprobó que lo que aquel veterano del
espionaje soviético le contó en Toronto se estaba cumpliendo en Quebec.
Como espía que él también era, comenzó a deshacer la madeja merced a los
inmejorables contactos que fue haciendo en el intramundo de las
agencias secretas. Descubre entonces que, incluso en el que es ahora su
ámbito de trabajo, un mundo “de humo y espejos”, las cosas no son lo que
parecen a primera, segunda y hasta tercera vista. Ni siquiera para un
espía. Cuando deja su trabajo (“He vivido cosas muy duras y estaba
quemado por muchas motivos”, despacha Estulin para pasar a otro tema),
se queda por primera vez, sin un objetivo en la vida. Hasta que tiene
una inspiración: escribir un libro sobre el Bilderberg. Tiene cajas de
material suficiente para ello. Por ejemplo, decenas de fotografías a los ‘bilderbergers’ reunidos en 2004 en Stressa (Italia) y que él mismo capturó agazapado como un paparazzi: David Rockefeller, Gerhard Schröder, Durao Barroso, Felipe de Bélgica, Beatriz de Holanda, Paul Wolfowitz, Juan Luis Cebrián, Joaquín Almunia, Javier Solana, Mario Monti…
Y, naturalmente, el incombustible Henry Kissinger. Este libro que
Planeta dudó en imprimir tras los informes de sus servicios jurídicos,
vio la luz por una decisión directa de José Manuel Lara. ‘La verdadera
historia del Club Bilderberg’ (2005) se ha publicado en 82 países y ha
sido traducido a 51 idiomas. En España, ocupó durante 49 semanas
consecutivas el top ten de libros de no-ficción y ha vendido más de seis
millones de ejemplares en todo el mundo. Demasiado ruido para que hoy
Daniel Estulin tema por su seguridad.
BAJATE UN LIBRO DE DANIEL STULIN: El secreto del club Bildelber.
Y CONOCE MAS DE ESTA ORGANIZACION QUE AMENAZA CON GLOBALIZAR EL MUNDO
(si no te dirige el link copia y pega)
http://www.rlp.com.ni/files/doc/Estulin-VerdaderaHistoriaBilderberg.pdf
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